“Subclase 500” (2020) explora la traducción desde el contexto de la migración, luego de mi reciente traslado a Australia. La serie de tapices reapropia la estética de diferentes visas, bloqueando el texto para formar una partitura de piano. De igual forma, utiliza la codificación numérica específica de cada visa para encontrar un color equivalente en el sistema Pantone, creando así una paleta de colores y una melodía que es única para cada migrante. El proyecto intenta devolver la calidez del toque humano a lo que, de otro modo, sería un documento estéril, hecho por máquinas para máquinas. El proyecto tiene como objetivo exponer la deshumanización intrínseca del proceso migratorio y el ostracismo que conlleva el hablar otra lengua.
El título de la serie honra el nombre de la visa con la que vivo actualmente. Aunque tal vez incidental, la categoría de «Subclase» señala una jerarquía en la ciudadanía en la que los migrantes parecen estar al final. “Subclase 500” se apodera de la estética de la burocracia para introducir un cambio hipotético en la dinámica de poder, suscitando conversaciones relativas a la ciudadanía, la repatriación y la pertenencia. La representación de los tapices es poética e imperfecta, y evidencia que la traducción nunca es una interpretación transparente entre mundos, sino más bien una mediación que siempre deja algo fuera.